30 de mayo de 2011

Estabas ahí; sólo estabas.

Estabas ahí; tú sólo estabas. Como un río sin corriente o una televisión apagada; ocupabas ese lugar entre el mundo y yo no tenía ojos más que para verte estar. Y yo me conformaba con eso, con estar cerca de ti; con poder mirarte a través de la ventana de forma automática cuando al dar el salto de renglón me quedaba sin inspiración y entonces regresaba al texto, cerraba los ojos y mis dedos escribían.
Estabas ahí, sólo estabas. Sin expresión a través de la ventana. Mirabas, no hacia mí, no a nadie sino al vago punto de una mirada. Y yo era feliz con la distancia. Te sonreía y a veces a lo lejos te saludaba. Así era aquello, cubierto de una oscura melodía de la que yo completo me saciaba.
Estabas ahí, sólo estabas. Quizás hubiera sido mejor que ésta historia tenga ese final, a veces uno se detiene a pensar qué hacer, se cierra y nubla en su ser cuando la respuesta la tiene enfrente de la ara. Así es como pasa esto y no nos queda más que darnos cuenta, algunas veces muy tarde, de aquella respuesta que descartamos por obvia pero que realmente, es la necesaria.
Estabas ahí, sólo estabas. Y tu cuerpo me complementaba. La distancia era lejana. A veces escuchaba a tu voz que me llamaba. La distancia era cercana. Si la lluvia caía, tu cara no estaba nublada. Si el arcoíris se extendía, tu cara no se rayaba. La distancia era distancia. La distancia nos mediaba.
Estabas ahí, sólo estabas. Mi vida seguía y el tiempo pasaba por ti; cambiaba tu ropa y tu expresión facial. Pero un día me cansé; salté por la ventana e intenté ir a tu lado, pedirte una palabra, un suspiro, un abrazo o una sonrisa, pero por más que lo intentaba la distancia siempre era la misma, no importa el ángulo desde el que lo intentara.
Estabas ahí, sólo estabas. No importaba si cambiaba, no importaba si te llamaba. Todos mis intentos, la distancia los negaba. La distancia te protegía como membrana, mi paciencia poco a poco se colmaba. Mis lágrimas no cambiaban tu dura porcelana. La distancia era mi única adversaria.
Estabas ahí, sólo estabas. Como el mal augurio o el recordatorio de lo que nunca pudo ser. Y viví con miedo entonces, pero ese miedo era lo que me mantenía de superar de una vez por todas a la distancia, mi vida seguía con su curso, pero yo quería saber que todo existió alguna vez; que de tus labios hubo una sonrisa y unas cuantas palabras hacia mí, que debía continuar por que todo eso existió y si así fue, existía también la posibilidad de vencer mi miedo a la derrota.
Estabas ahí, sólo estabas. Y yo intenté de todo entonces, pero nada funcionaba. La distancia nunca se acortaba.
Estabas ahí, sólo estabas. Tuve un sueño donde estabas ahí, sólo estabas. Pero cuando me desperté, tus brazos no me confortaban y la distancia nos separaba…

No hay comentarios:

Publicar un comentario