14 de mayo de 2011

Hace mucho que no escribía, la última vez, fue en tu piel. Hace mucho de ello, pues partiste con mi inspiración. Ahora, miro con recelo la oscuridad y descubro en ella tu reflejo; volteo, con ímpetu, con júbilo, pero sólo descubro tu recuerdo y el último suspiro que me dejaste para que me embriagara de tu aroma.
Y así, embriagado del recuerdo, parto a la noche para buscarte. El tiempo, la noche, el júbilo, tu boca... ya todos me parecen concepto tan abstractos...
Me haces falta. Estoy tan habituado a tu boca, a tus besos... Me haces falta en la lluvia, cuando otras manos tocan mi piel, me haces falta en las noches, cuando en mi pecho no se derrama tu miel. Me haces falta, ahora que miro al cielo y la soledad no me parece tan alta...
Y es que contigo todo tenía otro significado, a veces intermedio y otras tan claro. Era pensar en el sol y descubrir tu sonrisa, pensar en la vida y descubrir a mi lengua corriendo en tus bosques. Tus ojos, siempre dispuestos a mostrarme otras realidades, a dejar que me ahogara en ellos para revivir cuando fundíamos nuestras respectivas soledades.
La lluvia cae. Llueve en el campo y las lombrices salen de las cenizas, rezumando desconcierto. La lluvia cae y de los techos salen los gemidos de una casa deshabitada en la que sólo queda mi recuerdo y tu fantasma. La lluvia también cae en mi alma y de ella no resulta si no un desfasado compás de los múltiples valses de los que se apoderaron nuestros cuerpos. Oscuro, necesario; ese sendero, la lluvia y tus besos. Descubrirme caminando lejos de casa, para buscarte y descubrirte corriendo a solapar tu ausencia en mi cama.
Escribo éstas líneas, escribo un Sol que sale de su escondite tras la blancura espumosa de las nubes y escribo un bello paisaje donde tú eres arcoíris, sol, y pájaros cantores. Escribo buscando tu cuerpo, esperando que las letras se junten y renazcas en mi mente, pero escribo porque te espero y no llegas, nunca llegas.
No sé cuántas veces he escrito ésta carta ya. Miro el calendario y descubro el tiempo que he pasado desde que las noches ya no existen. Desde que un día eterno de lluvia cubre el hogar donde me desprovisionaste de mi inspiración y mi soltería. La ausencia siempre es un día más y un día menos.
Esperar que llegues con la noche, pero, de todas formas, temerle a esa misma noche por que quizás lo único que haga sea anunciar que nunca regresarás y que la vida sigue sin tus besos en mi almohada. Siempre me encuentro pensando que vives en un lugar de noches inmortales, donde esperas que sea el Sol que te ilumine, pero, quizás te encuentres igual que yo; esperando, sólo esperando a la vida que no llega.
Pero, recuerdo que alguna vez viví, mi vida nunca inició con tu llegada, pero no tiene por qué terminar con tu partida. Que te hayas ido representa un nuevo comienzo, una nueva oportunidad de probar otros besos y de vivir mis noches en otro país lejano, quizás mientras espero en ésta tarde está iniciando el alba en el cuerpo que me pertence… Me toca ser estrella en el mar de otros eternos ojos.

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