8 de mayo de 2011

Carta a la primer ausencia.

Escuchar el recuerdo de tus besos y después no ver sino que mi camino se niebla en el deseo. Y tu mano, o el recuerdo de tu mano, toca mi cuello y mi pecho, y el viento se arremolina tras ese recuerdo.
El sabor a miel de tu saliva, llevo tiempo sin escribirme sintiéndolo, era el aroma de tu piel cuando las gotas de mi sudor rodaban silenciosas por tus pezones, como canicas en el patio del recreo.
La finura de tus dedos, el eterno ritmo de un enamorado al tocar tu pecho; tu cuerpo, mi oscuro deseo.
Era verte y sentir perder mi corazón tras la existencia de ese solemne deseo. Descubrir tu cuerpo cada tarde, cada noche, cada día: a cada beso y enamorarme cuando con tu boca me hacías rozar el cielo.
Era verte, tan perdido, cruzando la calle, buscando ese recuerdo, tan placentero, que me has hecho saber que tienes de mi y sentir como perdían su cauce uno a uno mis latidos, para que finalmente el rio se desbordara y de ahí volviera a nacer ese deseo, junto con tu mirada y tu sonrisa sobre mí. 
Por que, finalmente, lo que amamos es el recuerdo, es aprenderte el rostro y la voz de la persona para que tu corazón palpite tras la distancia y sentir en retribución la alegría de darte cuenta de que lo que recuerdas, es la realidad. Nos recreábamos en nuestra mente, buscando sobrellevar la soledad. Extraño el no tener que extrañarte. Extraño cuando no eras un panorama difuso.
Era eso, tus besos, tus carias de lo que escribía hace tiempo. Eras tú. Me aprendía tu cuerpo y lo recorría tan suave con mi dedo, para darme cuenta cómo todo estaba en su lugar y fascinarme aún más por tu belleza. Era escribir en mi mente lo que me inspirabas, escribir en tu piel cómo me hacías sentir y susurrarte al oído lo que me gustaba de ti. La vida era otra, en tus brazos.
Ahora, todo es incierto. Es difícil decirlo, pero te extraño. Te imagino, te pienso, te sigo sintiendo. Esas palabras, ahora están colgadas. No como secándose para volverlas a usar, sino sonámbulas, olvidadas, inciertas, inútiles... perfectas. Se tendieron de un lazo imaginario tras tu indefinible partida. Esas palabras, ya no quedan más que sus esqueletos, se revuelven todas en mi mente y me forman a tu imagen, me describen tu aroma o tu tacto.
El tiempo se nos fue en urgencias, en caricias, en ver cuánto tiempo nos quedaba. El tiempo, te lo llevaste entero. Pero me dejaste los recuerdos; aunque, no sé qué me duele más. A veces, olvidar es necesario, es acomodar los besos, roces, caricias, suspiros y recuerdos en una cajita, cerrarla con llave y darse cuenta de que esa llave abre un nuevo anhelo. Otras veces, olvidar es no recordar, para que no duela tanto. Duele. Duele pensarte y ver que mi reloj ya no avanza, que me quedé en el segundo antes de que tus ojos verdes aparezcan, perdidos, buscando el recuerdo que guardas sobre mí... un recuerdo que ya no existe.
¿Te dolerá también? ¿Te dolerá tener el tiempo de una eternidad, pero gastarla en la incesante espera y búsqueda de algo que ni tú mismo sabes qué es? No los sé por eso, hoy de vuelta escribo.
Acariciar la sombre pensando en las ausencias, sorprenderme ahogándome en el mar como cuando nadaba en tu mirada, el recuerdo toma mi vida y yo, le dejo avanzar.
El recuerdo de tantas tardes que pasamos de prisa, pero que bien hicimos rendir, para recordarlos para siempre, el recuerdo de cuando el tiempo corría junto con nuestro deseo. Yo seguiré recordando, volveré a escribirte y, cuando sea necesario, volveré a inventarte por si renaces de mis letras. Ya todo fue y no queda nada. Miro el cielo y las hojas verdes que caen me recuerdan a tus ojos y las estrellas me hacen temblar; recuerdo cuando conté uno a uno los lunares de tu piel.
Me oculto en ésta noche y me cubro del recuerdo, del deseo. Vivo de eso y de la esperanza de que todo sea una vaga ilusión y regreses a mi lado. Vivo de eso y de, de vez en cuando, sentir la dulzura de tu ser al suave contacto de mi mano. No te busco porque temo que no existas, que no hayas sido más que el delirio en medio de mi deseo de compañía.
Un segundo, siempre es una ausencia, un suspiro, siempre es un recuerdo, y un cuerpo... un cuerpo siempre es mitad, sólo mitad. Me haces falta y te espero, espero aquello que no llega, espero ese segundo, ese suspiro, ese cuerpo que me digan que mi deseo existe.
Pero nada llega.
Nunca llega.
Más que tu recuerdo y una ausencia.

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