3 de mayo de 2011

Y besarte y llenarme del elíxir de la vida…

Llegar a ti, desde la oscuridad de la soledad, dispuesto a que me tomes y a que los segundos nos duren más que la eternidad. Llegar a ti, en la completa embriaguez del sentimiento de aventura y deseo sincero que me inspiras. Llegar para recorrer tus selvas y lentamente descarnarte desde un beso para admirar los profundos ríos de sangre en los que se encuentran los cimientos del mundo.

Y besarte y llenarme del elixir de la vida. 
Y besarte y vivir en ti y en mí y que empecemos a ser dos enamorados que se conocen lentamente en el fino hilo de una luz crepuscular que entra por la ventana y que te traspasa, dejando a contraluz mi silueta tras la excelsa transparencia de tu belleza. 

Una transparencia tan bella que me recuerda al mar y yo me reflejo en tu mar, todo para ahogarme en la dilatación de tus ojos infinitos, desde los que veo mi reflexión y al mundo entero, un mundo que se desvanece momentáneamente entonces en tus pupilas me veo infinitamente, y ya no existe nada más allá de la eternidad infinita de tu belleza.

Y besarte y llenarme del elíxir de la vida. 
Y besarte y olvidar que el tiempo fluye más allá de nosotros, que la Luna cubre la ventana con su bello panorama, pero ambos estamos lo suficientemente ciegos por el fino hilo de la luz del amor como para pensar que existe un mundo más allá de nosotros. 

Sentir como me rodeas y me tomas con ese calor que arde en cada uno de mis poros y que el mundo estallen en tus brazos, cuando gemimos, cuando nos amamos, cuando teas un segundo de besos fugaces llegamos a las estrellas y entonces muero en tus brazos para renacer con el aliento se tu boca.

Y besarte y llenarme del elixir de la vida. 
Y besarte, como si fueras un palíndromo; de arriba hacia abajo y de atrás para adelante. Besar cada uno de los rincones donde alguna vez desearon mis suspiros, pero que ahora me pertenecen para siempre. Sentir el roce de tu fina piel, los hilos que te componen y los hilos que saltan y que forman las más bellas selvas; vírgenes hasta el anunciado contacto de mi saliva.

Ver cómo nuestras almas se funden y de ellas no resulta si no la mezcla de tu perfume y mi sudor, justicia como el olor que tenemos impregnado en nuestra piel y en nuestro sexo. Un olor tan único como el rocío de todas las flores en la mañana, un olor a deseo, a ansias mortíferas, un olor comparable con el olor de la Luna, que intenta hacerse un hueco en tu belleza para poder existir, aunque sea momentáneamente.

Y besarte y llenarme del elixir de la vida.
Y besarte, hasta el alma, hasta ahogarme en el mar de tus infinitos olas o hasta renacer en la reflexión infinita de tus pupilas. Besarte para sobrepasar la humedad que cae más afuera de donde existimos; donde nada existe. 

Creer entonces en que lo bello es realmente bello y no tergiversaciones del poeta, creer que eres la más excelsa poesía jamás creada, o que la poesía fue creada para intentar imitar tu belleza transparente. Recorrer las esquinas de tu cuerpo, y que me pertenezcas en aliento, en sombra y en suspiro. Para entonces, ya nos conocemos a la perfección y nos reinventamos el uno al otro con los ojos entre cerrados, pero yo sólo soy capaz de intentar hacer poesía de tu belleza, de intentar imitar tu bella transparencia.

Y besarte y llenarme del elixir de la vida.
Y besarte, tocar tu sexo con mis labios, tocarlo, húmedo entre mis manos, listo para el sentir de mi frío, para que mi boca le tome desde afuera, y conocer el más puro brebaje que se junta en los ríos donde se cimienta el mundo. La belleza destilada, libre de toda sustancia.

Vivir así, pasar la noche, el día y la vida; vivir de amores sinceros que no dejan si no la oscuridad de una oportunidad que fue y que nos cautivó, invitándonos a partir de este mundo y encontrarnos cada uno a la distancia perfecta para un beso; de extremo a extremo de la galaxia. Pero tu transparencia lo domina todo, te reflejas en cada cuerpo que intenta imitar al tuyo y yo no hago nada sino extasiarme, esperar a que las distancias se acorten y que de vuelta nuestras almas se superpongan.

Y besarte y llenarme del elixir de la vida.
Y besarte para recordar que existo y que las distancias son sólo pretextos para poder amarnos, que el único impedimento es el tiempo, que se cuece lento dentro de la olla humeante de nuestra pasión, que está próximo de morir y dejarnos en paz, amándonos.

Vivir así, en tus brazos cuando nada más que tú me importa, cuando escucho los claros susurros de tu voz resonando en cada uno de mis huesos, cuando escucho a los ríos correr y a las estrellas sonreírnos. Evitar pensar que existe vida más allá de nosotros, para poder volverte a amar, para conocer los límites de tu belleza y tocarlos, ya imaginados, con mi dedo y humedecerme entonces del rocío que destilan las flores intentando imitar tu saliva, que ahora recorre mi garganta.

Y besarte y llenarme del elixir de la vida.
Y besarte entre sonrisas. Esa sonrisa que siempre alumbra el camino que me pones para que llegue a ti desde tu cuerpo. Una sonrisa tejida con los hilos con los que después se tejió la Luna, una sonrisa bordada con perfección para admirarla entre besos.

Eres mi reflejo en el eterno mar, eres el perfume en el que me ahogo cuando me cubro de sudor y agua salada, eres la Luna que me observa y eres el silencio que me encanta. El silencio que me enamora por siempre, con sus insinuaciones, con sus líneas entre espacios. El silencio que te digo, que te prestigia y que te impregno en la piel minutos a minuto de éste amor. 


Y besarte y llenarme del elixir de la vida…
Y besarte y vivir para ser un reflejo de tus eternos ojos…

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