15 de junio de 2011

Arrepentimientos

De lo único de lo que me arrepiento, es del miedo que siempre viene acompañado en los primeros momentos del amor, del titubeo al tocar por primera vez la suave luz de tu piel y desnudarte para que apareciera el alba.
Me arrepiento de los silencios infundados, de las palabras no dichas y de las caricias pensadas que jamás se mecieron en tu cuerpo. De haber, al fin, conocido la belleza corpórea y momentánea que es el momento del amor donde sólo nos dejamos llevar y nos complementamos en la perfecta implementación de lo que nos gusta, lo que amamos y de los roces perfectos, ese preciso instante donde todo se convierte en perfección desde los errores, en noche desde el día, en amor desde las sombras. Me arrepiento de tenerte e irme, de no querer mirar hacia atrás cuando partía desde tus brazos para ya no regresar.
Me arrepiento de mí, de haber amado sin vivirlo y de ahora vivir sin amarte. Me arrepiento de haberme acercado al mundo desnudo cubierto de mis miedos y temores, de no dejar que el viento tocara mi piel, que la Luna de la noche cegara mis ojos y pudiera ver al fin tu sincera belleza.
Morí. Estoy muerto desde mucho antes de tus primeros toques, que me encendían y me mostraban la vida, energizándome para brillar en medio de la oscuridad y notar mi propio camino entre los huesos. Estoy muerto, muerto de ti y de mí. Ahora lo abstracto cobra sentido cuando le doy tu nombre. Vago errando entre dos mundos; tu vida y mi muerte. Tu noche y mi profunda oscuridad. La vida es el simulacro que nos prepara para la inefable verdad de la no existencia. Nos hace nacer para brindarnos por default un buen pretexto para morir. Estuve vivo. Estoy muerto. Es así de simple. En este momento lo creo. Descanso en tu memoria, tomo forma en tu arrepentimiento, pero no puedo existir ni un segundo más. No existo porque no soy materia, por qué el deseo es fuerte, tan fuerte para cegarte al mirar a un cuerpo desnudo, pero no lo suficiente para traerme de vuelta.
Me arrepiento de no existir más allá de tu mente, de que hayas sido el instrumento que me mostró la luz de la que tanto tiempo negué por que no era materia. Me arrepiento de descubrir que yo era esa luz. Me arrepiento de entender de esa forma que no existía.
Estoy muerto y ni el viento se detiene a escuchar mis palabras, de vez en cuando, veo una luz con la forma de tu cuerpo y no paro de repetirme a mí mismo cómo me gustaría que fueras esa luz, que terminaras descubriendo que no eres y que nos pudiéramos amar en la no existencia.
De lo único que me arrepiento, es de morir.

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